Corría el año 1999, era verano y estaba ocioso en una terraza tomando el sol. Una idea se me pasó por la mente y me puse manos a la obra. Tenía una pequeña rama de boj. No disponía de herramientas, ni lugar apropiado para dar forma a aquella idea, casi fugaz. Un cristal roto, un trozo de lija gastado, una lima y un deseo, fueron suficientes para comenzar lo que poco a poco se convirtió en un entretenimiento que me reporta grandes momentos de agradable disfrute.

Este es el resultado que surgió al cabo de varios días de pelea con el trozo de boj.

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(Colección personal)